Una profesión sin precio
¿Quién no recuerda a su primera maestra, al profesor recto que forjó nuestro carácter, al que nos ayudó a ser profesionales o simplemente mejores personas? El privilegio de contar con buenos docentes es común en Cuba, en muchas partes constituye apenas un sueño.
De este lado del mundo, en el medio del mar Caribe, celebramos en el mes de diciembre una jornada que dedicamos a los educadores, pero el cinco de octubre de 1994 la UNESCO creó el Día Mundial de los Docentes para reivindicar esa profesión.
Mientras que en países subdesarrollados miles de niños viven en la más absoluta ignorancia, en Cuba cada pequeño cuenta con una mano que lo guía por el mundo del saber. Al mismo tiempo que en Chile los jóvenes protestan ante la imposibilidad de estudiar, aquí el único costo es la preparación y entrega incondicional a los libros.
La humana labor de nuestros maestros traspasa hoy las fronteras físicas del país y lleva las primeras letras a ojos ávidos de aprender. El método cubano de alfabetización “Yo sí puedo” alcanza valores universales cuando transforma su lengua inicial para llegar a más personas. La paciencia de muchos, profesores o no, deja su impronta educativa por doquier que transita un cooperante de nuestro país.
Hoy nuestros maestros cuentan con el mínimo de recursos y el salario no es el que en verdad merecen, mas el amor que les prodiga un pueblo entero es inmenso, no existe un precio justo a pagar por tan digna profesión.
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