¿Por qué desfilamos?

Las causas son muchas y tan disímiles como habitantes hay en Cuba, mas existe un denominador común: el deber con la Patria, a esa ni los hipercríticos le dice un “no”, pero mucho más importante es que en nuestro país nadie va a un desfile por obligación.

Esas burdas historias de que te descuentan el salario del día si no vas a agitar tu corazón a la plaza, que te dan malas evaluaciones en la escuela o el trabajo si no demuestras cuán alto puedes gritar ¡Viva la Revolución!, todas son grotescas mentiras, ficciones descabelladas de enemigos que nunca sintieron el calor de una multitud que festeja, las manos anónimas con carteles de victoria, el poder de millones de gargantas que gritan por el respeto a nuestra soberanía, al derecho inalienable de la autodeterminación.

Podemos decir que existe en el país una “cultura de desfiles”, en dependencia de la ocasión las personas saben de qué color deben vestir, respetan la uniformidad de los bloques, llevan gorras, sobreros y hasta sombrillas porque ni el sol ni la lluvia aplacan una marcha de pueblo; los adultos disfrutan, los niños ríen, los abuelos hacen otro esfuerzo y hasta aquellos a los que la vida negó la visión, la locomoción u otra capacidad física llegan para ocupar su lugar.

Marchas del pueblo combatiente, revistas militares, primeros de mayo,  constituyen oportunidades para mostrar por qué desfilamos, lo hacemos por la Patria, por la Revolución, por los héroes de ayer y hoy, por el futuro de nuestros hijos, porque con la misma disposición iríamos a la lucha si fuese necesario.