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Las manos que restauran

Las manos que restauran

Hace tiempo que le debo un trabajo, aún antes de ser profesional de los medios; voy a darle las gracias otra vez, ahora de la forma que mejor sé, con palabras que a veces no pronuncian los labios pero crepitan en el pecho:

Yo empezaba mis estudios universitarios y un diagnóstico dudoso mantenía a mi padre en un nuevo ir y venir de hospitales…

Un día llegamos al Cardiocentro Ernesto Che Guevara, ese santuario donde tantas personas resucitan cada día, por fin, el mal: dos arterias obstruidas por hábitos dañinos no le dejaban llegar toda la vida necesaria al corazón…un infarto, luego otro, sin el dramatismo que vemos en las películas pero igual de peligrosos…

Él llegó con la irreverencia de sus sandalias y la ausencia de una bata blanca, con su tremendo tamaño físico y unas manos que llegan hasta el infierno y rescatan las almas…me dijeron que era el mejor, yo solo quería que salvara a mi papá y lo hizo.

Sólo entonces empecé a conocerlo, supe de sus andanzas por La Habana, donde nació, de sus antepasados italianos, de su amor por las artes y de como él mismo se reconoce dueño de un sensibilidad extrema, de un amor por la vida que lo hace disfrutar cada segundo y ayudar a que otros disfruten de ese regalo que Dios da y Álvaro Lagomasino restaura.  

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